Susana Wald y el lugar de la mujer en el movimiento Surrealista
¿Quién es Susana Wald? ¿Por qué su nombre en la historia del arte no aparece o se reseña muy poco? La artista chilena que reside en México fue invitada por Paulina Faba, académica del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado quien investiga a partir del Proyecto Fondecyt nº11160445, a las mujeres artistas en el arte contemporáneo del Continente.
Se le conoce como la última surrealista. También como la “esposa de” Ludwing Zeller. Lo cierto que Susana Wald es una artista que ha ejercido durante más de cincuenta años la cerámica y la pintura, además de haber trabajado incesantemente como gestora y difusora del movimiento Surrealista al que considera “su modo de vida”. Así lo relata Macarena Bravo, Magíster en Artes y Lenguaje, mención Estética en la Escuela de Altos Estudios de París en el libro Luna Llena, Susana Wald 80 años, un trabajo-homenaje de treinta seguidores que fue realizado para conmemorar los 80 años del movimiento Surrealista Mandrágora, motivo por el cual la invitaron a nuestro país a inaugurar un mural en la ciudad de Talca.
Susana Wald nace en Hungría en 1937, y desde muy temprana edad se interesó en el arte y más específicamente en la técnica de la cerámica. Su padre era de un pensamiento decimonónico, y cuando vio que su hija tenía dotes de artista decidió inscribirla en la escuela de cerámica de Buenos Aires: “Mi familia era muy acomodada, en mi casa habían obras de arte importantes, mi padre me llevaba a museos y conciertos una vez por semana, era gente muy rica que tenía tiempo para esas cosas y pude desde mi infancia desarrollarme”, comenta.
Su viaje definitivo desde Buenos Aires a Chile cambiaría su vida. En nuestro país decidió abandonar el arte e iniciar sus estudios de medicina en la Universidad de Chile. Fue en 1963 y en aquella Facultad de Medicina donde conoció a Ludwing Zeller, entonces curador de la galería de artes plásticas del Ministerio de Educación. “Fue un encuentro de índole totalmente mágico en un lugar estéril y absurdo que hizo que mi vida cambiara”, recuerda. Fue Zeller quien introdujo a Susana Wald en el Surrealismo, juntos colaboraron artísticamente e intelectualmente, propiciando desde los años sesenta diversos espacios de difusión del movimiento: fundaron La Casa de la Luna en 1968 en el barrio Lastarria, gestionaron exposiciones y perfomances en Santiago y crearon tres revistas con vocación Surrealista en Chile, Canadá y México.
Sin duda, el cruce con Ludwing Zeller la introdujo en un movimiento que se adaptó a sus inquietudes personales, pues se trata de una propuesta que desde sus inicios promovió la libertad en todas sus acepciones: el derribamiento de toda traba moral y social que impidiera la libre expresión de los deseos, del amor, de la escritura, del arte y, de la política. Esta libertad ha marcado la manera en que el poeta y la artista han llevado a cabo su vida en pareja. Cabe destacar que dentro de esta libertad promovida por el Surrealismo, el rol del inconsciente posee un lugar central. “¿Qué es lo real? ¿Qué es lo imaginario? La mitad de nuestra vida está en los sueños. El Surrealismo llenó mi casa de libros que leí muy ávidamente y me pareció fenomenal. Para mí, es como haber encontrado mi zapato ideal”, dice Susana Wald.
Y LA MUJER
El Surrealismo fue uno de los primeros movimientos artísticos que sumaron el que las mujeres adquirieron un rol relevante como artistas. Sin embargo, muchas de ellas, permanecieron en sus primeros años a la sombra de sus compañeros. Si bien, como subraya Macarena Bravo, Susana creó al lado de Ludwing y “no detrás” de él, existe. Sin embargo, hay una laguna con respecto al reconocimiento de su trabajo en Chile.
De alguna manera hasta la mitad del siglo XX la mujer era una figura central, pero invisible en términos prácticos en el mundo del arte. De ahí que no encontramos de manera fácil reseñas históricas de ellas. Pero de que hubo mujeres relevantes en el Surrealismo, las hubo. Entre ellas es posible mencionar a: Remedios Varo, Leonora Carrington, Lola Alvarez Bravo y María Izquierdo. Susana Wald debe incluirse en el linaje de las pioneras del arte contemporáneo que han abierto las puertas a un tipo de arte al que evidencia una perspectiva femenina, un arte desde que piensa el rol de las mujeres y que juega con el fantasma de lo masculino y el cliché sobre el carácter menor de la pantomima de la mujer.
En el conversatorio en la Universidad Alberto Hurtado conversó de la tarea de los jóvenes artistas, de feminismo y cómo se ganó su espacio.
-En una de las entrevistas usted dijo que tenía una preocupación por las mujeres abandonadas. ¿A qué se refiere?
-Vivo entre mujeres indígenas del sur de México en una zona donde hay una extraordinaria pobreza y muchísimo esfuerzo por aplastar a las mujeres en una forma muy ancestral dentro de un patriarcado muy arraigado, entonces hago todo lo posible para que aprendan a leer, una cosa peligrosísima porque les ayudar a pensar. Estas mujeres piensan, pero no tienen libertad de expresarse. Trato de tener contactos personales con ellas y sus hijos, y trato de que se eduquen las niñas que es realmente lo que va a cambiar la situación, porque es muy difícil que las maduras generen cambios.
– Desde el arte y la educación se puede intervenir.
– Mujeres más educadas están modificando la situación, pero sólo el 1% de los indígenas de México logra llegar a la universidad y de ese 1% casi la totalidad son varones, hay un atraso muy grande en esos niveles y hay muchísima discriminación contra la mujer y me choca. Por eso escribo, hablo y entre los jóvenes eso está teniendo eco. Yo no puedo intervenir políticamente allá, porque la constitución mexicana me lo prohíbe y no quiero hacer nada que violente la vida de ellas y la mía, pero culturalmente sí estoy interviniendo. No importa desde dónde se puede intervenir, puede ser desde el arte de cocinar, lo importante es poder conversar con las personas, aclarar ideas, y ellas sabrán qué hacer después.
-¿Usted ha dicho que es privilegiada…?
-Soy privilegiada en forma absolutamente espectacular, a mi abuela le tocó algo diferente, a mi madre le tocó educación, a mí me tocó más educación que a mi madre, mi hija tiene una maestría y mi nieta está trabajando en un doctorado. El destino que me tocó en el sentido que lo manejan los griegos, es completamente fenomenal, incluso vivir en Chile donde la situación de las mujeres en los 50 era mejor que la de otros países. Sobreviví a una guerra y eso es fenomenal, y no ceso de decirlo porque me parece que no hay suficiente vida para agradecer.
-¿Qué tan complejo era ser mujer en el movimiento surrealista?-
-Era complejo ser mujer en el Surrealismo y la que describe la situación muy bien es Macarena Bravo quien lo investiga, ella tiene una frase que dice “la contribución es importante, pero invisible”, esa es la situación clave de la mujer. Yo misma sicológicamente tuve que crecer fuera de la cosa supuesta esa de ser “mujer de”, porque no había posibilidad de que me consideraran fuera de ser la mujer de Ludwing Zeller.
-Pero finalmente se ganó su espacio-
-Me gané un espacio y de vieja le gané un espacio a él también, porque lo traje de vuelta a Chile y acá las mujeres me han apoyado mucho en la difusión de su trabajo.
-¿Qué mensaje le daría a las futuras generaciones de mujeres artistas?
-No ceder y no rendirse jamás, son los dos principios que sigo en mi vida. No hay que tener miedo. No hay que tener miedo a nada ni a nadie. El feminismo es un trabajo lento, y me parece que está en pañales, es un proceso justo, necesario, es una necesidad psicológica urgente. Las mujeres tenemos que aprender a trabajar de manera que lo que queremos hacer nos resulte, pero no violentando a nadie. Nuestra aportación es desde la convivencia no desde la violencia.
-Usted tiene redes sociales: ¿Cómo ve estas nuevas plataformas?
-El chateo me enferma y me toca hacerlo porque tengo whatsap y los otros lo hacen. Me parece que hay que sobreponerse a la superficialidad en la comunicación, pero eso no tiene nada de nuevo, con las redes es una nueva manifestación, pero el falso contacto y las máscaras han existido siempre, el contacto no es verdadero.
-Qué les responde a quienes dicen que no hubo mujeres artistas en el Surrealismo-
-Es una opinión, pero yo creo que sí hay artistas mujeres surrealistas.
-¿Qué significa para usted ser chilena?-
-De los nacionalismos no hay caso de librarse. Viví 8 años en Argentina, y llegué a Chile con pasaporte argentino “para no argentinos”. Me casé con un ferviente chileno y recorrimos el país en un Ford modelo A el año ‘29. Solicité mi nacionalidad chilena y cuando me entregaron el papel estaba eufórica. A mí Chile me duele mucho, ahora que vine no reconocí ningún edificio, las casas que recuerdo no existen. Pero tengo un lazo afectivo, aquí nacieron mis hijos, y para una mujer la etapa de la maternidad es muy reveladora. Fui la segunda mujer en Chile en tener parto sin dolor y esa experiencia se me hace fundamental. Aquí conocí a artistas, escritores y como mujer joven conocí el Surrealismo que se basa en la libertad, el amor y la poesía, todo combinadito y marcó mi vida para siempre.
Links UAH:
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