¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

¿Qué impide que ellas den el salto a las ingenierías?

Marzo, 2022 | Calidad de vida, Cultura, Educación, Entrevista, Home UAH, Sociedad

María Paola Sevilla

Investigadora y académica de la Facultad de Educación UAH

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Una investigación de la Universidad Alberto Hurtado identificó negligencias en el momento que las alumnas de carreras técnicas realizan sus prácticas profesionales: las instituciones educativas las dejan solas, las empresas desconfían y no las reciben y a nivel país existen muy pocos referentes que las motiven a enfrentar las brechas de género. En estas condiciones: ¿se puede insistir en una vocación técnica-industrial?

por Carmen Sepúlveda

Los últimos años han sido testigos de la promoción de la Educación Técnica Profesional (ETP) por organismos internacionales como la OCDE y la UNESCO porque reconocen que muchas de las profesiones que conformaron la columna vertebral de la vida económica y social de las naciones dependen de cualificaciones profesionales técnicas. Esto sumado a un contexto de la lucha por la igualdad de género, el mensaje hacia las niñas y adolescentes es que pueden hacer lo mismo que los hombres.

En Chile esta recomendación ha hecho eco en los últimos años con cifras históricas de matrícula: entre los años 2010 y 2019, el número de estudiantes mujeres en especialidades industriales subió de 5.800 a cerca de 9.100, lo que significó un incremento de su participación en la matrícula total de 9.6% a 16%. Entre los mismos años, el número de mujeres matriculadas en carreras asociadas a las tecnológicas e ingenierías en la ETP superior, también se incrementó de 22.100 a 26.600.

La investigadora y académica de la Facultad de Educación de la Universidad Alberto Hurtado y experta en esta área educativa, María Paola Sevilla observó en los datos del Ministerio de Educación que, a pesar de este auge, menos del 30% de las mujeres que estudian especialidades industriales una vez que egresan, siguen en sus mismas rutas formativas mientras que los hombres en un 80% lo hacen cuando se matriculan en la educación superior y les va muy bien. En resumen, la pregunta es qué pasa con ellas, qué obstáculos impiden que se proyecten en el área de sus especialidades industriales. Lo cierto es que, en Chile, de los estudiantes que se matriculan en carreras técnicas asociadas a las tecnologías e ingenierías, solo el 12% son mujeres.

La investigación FONIDE “ABRIENDO CAMINOS”. Prácticas profesionales de estudiantes mujeres en áreas masculinizadas de la Educación Media y Superior Técnico-Profesional liderada por María Paola Sevilla identificó trabas en el momento en que las estudiantes solicitan prácticas en las empresas, cercos que entorpecen avanzar y que truncan sus trayectorias. Según la investigadora, las prácticas profesionales son clave en la ETP, ya que permiten validar los aprendizajes logrados en el aula, y entregan conocimientos y madurez vocacional que sólo se logra en el contexto laboral.
Sin embargo, las estudiantes mujeres reciben el mensaje que “esto no es para ellas” ya que enfrentan una serie de dificultades en esta etapa formativa. Existe una desconfianza desde el mundo empresarial a incorporar mujeres a prácticas profesionales en rubros masculinizados. Esta reticencia es mayor en las empresas más pequeñas que en las de gran tamaño, o multinacionales. Además, una vez insertas en las empresas no siempre son asignadas a funciones o tareas que responden al perfil de su especialidad y carrera. En las empresas las mujeres también enfrentan sobreprotección y paternalismo y muchas veces, situaciones de acoso sexual que no denuncian, señala Sevilla.

Para la académica la educación técnica es una forma distinta de educar. En el sistema escolar, sus 35 especialidades asociadas a quince sectores económicos son un espacio donde los estudiantes cristalizan sus sueños y sus aspiraciones laborales. Sin embargo, hoy en día el rol inclusivo se debilita mientras no se aborde la problemática de género, sentencia.

Solas frente al mundo

El estudio identifica los obstáculos y los facilitadores en la proyección laboral de las mujeres. Y son muy distintas: en la educación media son los coordinadores a cargo de ese proceso que se enfrentan a la reticencia de las empresas, en cambio en la educación superior las prácticas son gestionadas por las propias estudiantes y viven este proceso complejo de manera solitaria.

Los obstáculos que se evidencian desde las empresas son falta de infraestructura, no tienen baños ni camarines para mujeres, y asumen el temor de recibirlas por la cultura interna machista. Aparece también como justificación la fuerza física, aunque muchas veces termina siendo un mito y también argumentan que les llegan muy pocas solicitudes de prácticas porque las estudiantes mujeres prefieren otro tipo de organizaciones.

Por otro lado, se identificó que las estudiantes recienten la falta de acompañamiento, supervisión y soporte ante problemas de parte de sus instituciones educativas durante sus prácticas. Las que llegan a conseguirlas señalan haber tenido pocas o insuficientes instancias para compartir sus vivencias y ser guiadas respectos de estrategias y formas de abordar los problemas propios de ser mujer dentro de rubros masculinizados. “Yo por lo menos llevaba dos meses de práctica, y recién desde mi institución me preguntaron si me estaba yendo bien y si el ambiente laboral era amigable. Pero más allá de eso, no me apoyaron (…) me hubiera gustado que dijeran: “Porque no es común que una mujer entre en mecánica, la vamos ayudar un poquito más”. Además, para enfrentarnos al ambiente de práctica laboral, solo me dijeron “te va a costar un poco porque eres mujer” pero tampoco eso fue de gran ayuda”, señala una titulada de mecánica automotriz.
En esta etapa de iniciación laboral, las situaciones que producen más desazón y altos costos emocionales son las de acoso sexual que emergen en distintas formas. Piropos y comentarios no solicitados sobre su apariencia física, prácticas de seducción como la entrega de flores y regalos, insinuaciones de carácter sexual y tocamientos o acercamientos innecesarios, son dinámicas de interacción a las que muchas de las tituladas entrevistadas estuvieron expuestas. Al respecto, el estudio indica que un 28% de estudiantes de la ETP media declara haber sufrido acoso físico, un 45% de ellas acoso verbal y un 38% acoso no verbal. En el caso de las estudiantes de ETP superior, el 36% ha vivido acoso físico, 60% de ellas acoso verbal y 59% acoso no verbal.

¿Cómo avanzamos?

El estudio incluye una serie de recomendaciones para potenciar y estimular la proyección laboral de mujeres en áreas y especialidades masculinizadas de la ETP. Como, por ejemplo, apoyando a las estudiantes en la búsqueda de prácticas profesionales, generando protocolos de prevención y acción frente al acoso sexual, acompañándolas en sus procesos de práctica y asignándoles tutoras pares. Asimismo, se propone que las empresas generen espacios de reflexión en sus gremios, que reconozcan el aporte de las mujeres en sus rubros, eduquen a sus trabajadores en el trato con ellas y las apoyen en sus labores. Por su parte, el Estado debiese declarar la igualdad de género como un eje fundamental de fortalecimiento en la Educación Técnico Profesional articulando el trabajo ministerial, implementando protocolos frente al acoso sexual, fomentando la investigación en temas de género y prácticas profesionales, y relevando a las prácticas profesionales como parte fundamental del desarrollo educativo en estas áreas. Pues son las prácticas profesionales una oportunidad para incidir y promover una mayor igualdad de género en rubros donde históricamente las mujeres han tenido muy baja participación.

Por último, un pilar muy relevante es apoyar a las familias que ven en este eslabón la posibilidad que sus hijas se inserten laboralmente y al mismo tiempo proyectarse en la educación superior en carreras mejor remuneradas que frecuentemente se vinculan a las tecnologías e ingenierías. Sin embargo, es necesario avanzar en la equidad e igualdad de género en la ETP ya que es ineficiente e injusto que el género, con independencia de los intereses, habilidades y talentos, condicione las rutas formativas y laborales de las personas, reduciendo el número de candidatos para puestos de trabajo más demandados, sentencia María Paola Sevilla.

El estudio completo se puede ver en el siguiente enlace.

Links UAH:
María Paola Sevilla, Investigadora y académica de la Facultad de Educación UAH
Doctorado en Educación UAH
Postgrado UAH
Ediciones UAH

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