Leonardo Díaz, etnomusicólogo: “Quienes consideran monótona la música mapuche conocen muy poco sobre ella”
Vivió en el Wallmapu con la machi Mercedes Antilef y el kimche Juan Ñanculef para reflexionar sobre el universo sonoro mapuche. Este hermoso registro ganó el Premio Latinoamericano de Musicología Samuel Claro Valdés, uno de los más importantes del continente y que por primera vez se lo adjudica un chileno: el etnomusicólogo y académico del Instituto de Música de la UAH, Leonardo Díaz Collao.
por Carmen Sepúlveda
El 2022 la música mapuche recibió importantes galardones: el Premio Nacional de Música a Elisa Avendaño Curaqueo y el Premio Latinoamericano de Musicología Samuel Claro Valdés que, por primera vez en sus 24 años, lo recibe un chileno. Se trata del etnomusicólogo UAH y doctor en Musicología por la Universidad de Valladolid/Universidad Complutense, Leonardo Díaz Collao, con su artículo “Más allá de la música mapuche: equívoco, definiciones y resistencias”. En un fallo unánime, el jurado estableció que este artículo “renueva e impulsa el debate sobre la tensión entre lo que se entiende por música en la producción etnomusicológica y en las comunidades mapuche”. Asimismo, valora que el tema se amplíe al incorporar el habla y el paisaje sonoro.
Leonardo recibe este reconocimiento “con mucha alegría”, porque es uno de los más destacados académicos en el área y lo han recibido investigadoras e investigadores de Latinoamérica, de Estados Unidos y de España: “Veo el premio como una oportunidad de dar mayor visibilidad al trabajo de músicas, músicos y autoridades tradicionales mapuche”, señala.
—¿Qué respuestas entrega este artículo sobre la música mapuche?
—La verdad, intento hacer lo opuesto: abrir preguntas más que fijar respuestas. Un aspecto central del artículo es la crítica a los intentos por definir la música mapuche. Desde la etnomusicología existen varios intentos por definir la música mapuche, pero desde mi punto de vista todos ellos fracasan. En este sentido, mi propuesta es reflexionar sobre el universo sonoro mapuche situando al concepto de música en un lugar periférico. Por otro lado, también identifico la resistencia por parte de algunas propuestas mapuche al concepto de música, actitud que considero parte del proyecto descolonizador mapuche.
—El jurado destacó que el artículo problematiza la música mapuche, concebida tradicionalmente desde los rituales o en armonía con los instrumentos y cantos, porque incorporó el habla y el paisaje sonoro.
—En el artículo destaco el aporte de varios colegas (por ejemplo, de José Pérez de Arce), que en sus investigaciones sobre música ritual mapuche releva el significado del habla y de los sonidos no-humanos (animales, sonido de la naturaleza, etc.) en la cosmología mapuche. Atender a dichas expresiones torna borrosos los límites entre lo que consideramos música y otras formas de producción de sonido y de escucha. En el texto empleo la categoría “acustemología”, propuesta por el etnomusicólogo Steven Feld, para referirme a los diversos modos de relación a través del sonido y de la escucha en el mundo mapuche. A través del concepto de música describimos solo una fracción limitada de la acustemología mapuche.
—¿Qué se dice de la música mapuche que no corresponda para nada a la expresión genuina de su cultura?
—Todavía en el discurso público, lamentablemente, circulan ideas reduccionistas sobre la música mapuche. Por ejemplo, considerar que es melancólica o monótona. Los pueblos han utilizado la música para expresar el amplio abanico de emociones humanas. Desde luego, lo mismo ocurre en la sociedad mapuche: su música puede expresar melancolía, alegría, tranquilidad, satisfacción, desilusión, etc. A su vez, quienes consideran a la música mapuche monótona, seguramente, conocen muy poco sobre ella. Cada vez es más evidente la heterogeneidad de la sociedad mapuche y de su música. Por lo que, además de la diversidad de música según su uso y función (para los distintos tipos de rituales, para divertirse, para trabajar, por mencionar algunos ejemplos), debemos agregar la pluralidad territorial. Asimismo, deben considerarse las músicas no tradicionales en su amplio espectro.
Me parece que otra actitud equivocada respecto a la música mapuche es aquella que la restringe solo a los espacios tradicionales, en su mayoría rituales. Estas posiciones esencialistas parecen entender a las culturas como si estas fuesen atemporales y aisladas unas de otras. Creo que esas miradas son perjudiciales para el desarrollo y difusión de la diversa música mapuche. También nacen de la idea de que las músicas populares urbanas son peligrosas para las músicas tradicionales, pero en muchos casos ocurre lo opuesto: las potencian.
—A nivel personal, ¿cuándo y cómo surge esta inquietud por investigar el mundo sonoro del pueblo mapuche?
—Investigar sobre música mapuche significó una oportunidad de que varios de mis intereses confluyeran. Por un lado, pude comprometerme con proyectos etnográficos sobre música desde la etnomusicología. Asimismo, pude concretar un anhelo que tenía hace tiempo: conocer parte de la realidad indígena, pero sin prisa y de un modo sostenido en el tiempo. También, al inicio, estaba interesado en la práctica ritual vinculada con el chamanismo y la posesión. Por eso mi primera etnografía la desarrollé con la machi Mercedes Antilef. Esto fue en el marco de mis estudios de doctorado que comencé en 2016. Ese mismo año conocí a la machi y, posteriormente, regresé varias veces al Wallmapu para mi trabajo de campo.
—¿Cómo se ganó la confianza de la machi Mercedes Antilef y el kimche Juan Ñanculef?
—La machi Mercedes y don Juan Ñanculef, en general, colaboran en investigaciones o actividades de divulgación. Ellos están interesados en dar a conocer parte de su cultura, así que desde el principio fueron muy receptivos con mi proyecto. También fue fundamental la ayuda de otros peñi y lamngen. Por ejemplo, en mi proyecto doctoral resultó determinante la ayuda de la lingüista Jaqueline Caniguan.
Ahora bien, hay cuestiones éticas básicas de la investigación etnográfica que contribuyen a construir relaciones de confianza. En el trabajo de campo uno intenta colaborar permanentemente. Es importante atender a la retroalimentación de nuestros interlocutores de lo que escribimos e incluir sus voces en nuestros textos. Desde luego, los resultados de la información que presentamos a través de artículos o libros buscan ser reflexivos y críticos, pero considero que al mismo tiempo pueden ser cuidadosos en cómo describimos cuestiones sensibles, siempre reconociendo la particularidad de nuestra experiencia y mirada. Igualmente, importante es la coautoría y aportar de modos tangibles a la mejora de la calidad de vida de nuestros colaboradores. La otro relevante es regresar: los lazos que uno construye durante el trabajo de campo no se limitan a la duración de un proyecto de investigación. Son, en muchos casos, amistades para toda la vida.
—Su lectura musical con las comunidades ha sido de largas investigaciones: ha estado en su territorio, escribió un libro, ha realizado seminarios y un sinfín de producciones académicas y sociales. ¿Ha tenido alguna resistencia académica en todo este proceso?
—Varias de las aportaciones que mencionas han sido trabajos colaborativos. Hemos publicado junto a colegas un par de artículos (con Ignacio Soto y Javier Silva). El libro que mencionas, Allkütuayiñ. Introducción a la música mapuche, publicado a finales de 2022, lo escribimos junto a Juan Ñanculef y Jaime Cuyanao/Waikil. En definitiva, todas esas actividades tienen un carácter colectivo. De lo contrario no serían posibles.
He sido afortunado al contar frecuentemente con la colaboración de colegas, amigos y amigas mapuche y no-mapuche, tanto en la academia como afuera de ella. También he tenido acceso a fondos públicos. Tal vez la mayor dificultad que identifico es la de comunicar el conocimiento de la academia al público amplio. Las dinámicas de la productividad académica obligan a priorizar la difusión de resultados a través de encuentros, revistas y libros especializados. Esto deja poco tiempo y energía para los esfuerzos de divulgación.
—¿Cómo entiende el aporte de la musicología en el estudio del pasado y presente de la música mapuche?
—Creo que la musicología ha hecho importantes aportes. Ha entregado información rigurosa (arqueológica, histórica y etnográfica) que ayuda a derribar ideas reduccionistas sobre la música mapuche. Los proyectos recientes se esfuerzan en describir la heterogeneidad de sus expresiones tradicionales y no-tradicionales.
Lo difícil la divulgación de esas investigaciones. Los nuevos conocimientos generados por la academia muchas veces quedan enclaustrados en las universidades y su novedad solo alcanza a ser reconocida por los colegas. Es muy estimulante la complejidad y valentía de los proyectos musicológicos sobre música mapuche que se están desarrollando actualmente. Pero corremos el riesgo de que se restrinjan al paper, al libro en una editorial especializada o a una conferencia frente a musicólogos.
—¿Cuánto influye la mirada del investigador UAH Jacob Rekedal en su trabajo?
—Ha sido fundamental. Jacob Rekedal es el actual investigador patrocinante de mi postdoctorado y desde mis inicios como etnomusicólogo hemos estado en permanente intercambio. Jacob me ha ayudado a entender la importancia de desarrollar etnografías colaborativas. Él, por ejemplo, está finalizando un proyecto en el que Waikil participó como coinvestigador. Creo que Jacob fue uno de los primeros etnomusicólogos en trabajar de este modo con un músico mapuche. También me ha ayudado a entender el rol de los etnomusicólogos como gestores; estrategia que permite ayudar de modos tangibles a nuestros colaboradores.
En otro plano, sus trabajos y nuestras discusiones me han motivado a innovar en el marco teórico y metodológico de mis investigaciones, sobre todo en lo que respecta al modo en que comprendemos la etnografía.
—Hoy conocemos a músicos como Jano Weichafe, Jaas Newen, Gonzalo Luanko, Waikil, entre otros, que hacen hip hop mapuche. ¿Cómo crees que hay que comprender estos movimientos musicales?
—Creo que hay que entenderlos como lo que son: música mapuche. Esto puede sonar obvio, pero para posturas tradicionalistas no lo es tanto. El trabajo de los músicos y músicas que mencionas es un ejemplo de cómo el uso de las músicas urbanas contribuye a enaltecer la cultura mapuche. Al mismo tiempo, su forma de trabajo, desde el colectivo, desde la reciprocidad, desde el trafkin, revela una praxis política que es coherente con su discurso de denuncia al racismo y al colonialismo y que reivindica las demandas históricas mapuche.
—¿Cómo proyecta su 2023?
—Continuaré trabajando en mi proyecto postdoctoral que inicié en 2022, que consiste en una etnografía colaborativa en la que reflexionamos sobre las relaciones entre identidad, sonido, música y escucha en Santiago, y que me ha permitido conocer el trabajo de Ketrafe (Cristofer Collío), cantautor mapuche y profesor de música egresado de la UAH, y de Vñvm (Francisco Moreira), compositor, violinista y productor. Junto a ellos he podido participar, como etnomusicólogo, en redes de colaboración. Espero que este proyecto sea una oportunidad de contribuir desde la academia con una contundente y creativa escena de músicos y músicas mapuche.
—¿Dónde podemos leer el artículo premiado?
—El artículo “Más allá de la música mapuche: equívoco, definiciones y resistencias” será publicado en junio de 2023 en el número 52 de la revista de acceso abierto Resonancias.
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