¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

El razonamiento es algo que se enseña hablando

Agosto, 2014 | Cultura, Entrevista, Género y diversidad

Antonia Larraín

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La psicóloga Antonia Larraín, piensa que las habilidades de pensamiento tienen que ver con las oportunidades de participación, que en Chile están inequitativamente distribuidas porque los colegios no enseñan a pensar.

Antonia Larraín, doctora en psicología y académica de la facultad de psicología de la Universidad Alberto Hurtado, trabaja buscando la manera de ver cómo promover las habilidades de pensamiento desde una perspectiva socio histórica.

Para ella, estas habilidades tienen que ver con las oportunidades de participación en las actividades en que se razona y la principal de ellas es el lenguaje.

“Las formas de hablar dentro de una población son distintas, no hablamos de la misma manera y por lo tanto, no hacemos pensar a los niños de la misma manera”, explica Larraín.

La manera en que se utiliza el lenguaje en casa es muchas veces lo que marca la diferencia en las habilidades que adquieren los niños. Y la lectura puede ser el factor crucial, ya que es la forma más importante para aprender vocabulario.

“Cuando los niños empiezan a hablar es bastante homogéneo, todos los niños hablan cinco palabras. Pero en el corto plazo, las diferencias entre esos niños se empiezan a agudizar dependiendo del grupo socioeconómico donde estén”, dice Larraín.

La lectura repetida en el jardín puede ayudar a nivelar, pero los niños con más vocabulario se benefician más y esa diferencia se agudiza con el paso del tiempo. Sin embargo, según la sicóloga, hay investigación que ha mostrado que una lectura activa, llena de preguntas complejas, puede compensar esa brecha.

“Las mejores preguntas que generan comprensión no son sobre los hechos, sino sobre los motivos y estados sicológicos que los provocan: por qué el personaje estaba enojado o por qué tuvo alguna reacción. Eso le permite al niño articular, le permite interrogar al texto y construir una representación global que requiere más que una representación literal”, explica Larraín.

De igual modo en que la lectura ayuda a fomentar el vocabulario, la discusión desarrolla la fundamentación, base de la habilidad de pensamiento científico y tecnológico, otra habilidad que según Larraín está desigualmente distribuida en Chile y que es clave en la futura integración de una persona en sociedad.

“Creo que el razonamiento se enseña, no es algo que se tiene o no se tiene, y se enseña hablando”, explica Larraín. “Tenemos la constatación de que los colegios no enseñan a pensar y eso es un problema, un problema que lo único hace es reproducir las habilidades de pensamiento que los niños tienen en su casa, y eso reproduce la inequidad social”.

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