¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

El defensor de las escuelas bosque

Septiembre, 2021 | Calidad de vida, Ciclo Incertidumbre, Covid-19, Educación, Entrevista, Medio ambiente, Sociedad

Matías Knust

Sociólogo UAH

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Matías Knust es líder en Latinoamérica en promover la Educación en la Naturaleza donde niños y niñas aprenden al aire libre. Según plantea, este modelo forma personas con más sabiduría capaces de decir sé hacer una bomba atómica, pero mejor no la hago. “El mundo necesita más de esto último… gente sabia”, señala. 

Las gemelas Laura y Sara de tres años no conocían la lluvia y ese día se pronosticaban chubascos en la ciudad y sus padres las invitaron a correr bajo los árboles para que aprendieran a buscar refugio y a escabullirse en rincones donde viven conejos, un chancho, gallinas, ovejas y un burro. Por ese motivo estaban un sábado de lluvia en el parque Granjaventura de la comuna de La Reina.

En el mismo lugar, pero en un corral entremedio de ovejas y fardos el sociólogo de la UAH, Matías Knust daba instrucciones de cómo acercarse a los animales sin que éstos se asustaran: “Todos deben estar detrás de estos troncos y esperar que las ovejas se acerquen, no al revés”, decía mientras corderitos y los niños y niñas interactuaban como hijos de un mismo padre.

Matías administra esta granja educativa interactiva por razones familiares, sus padres crearon este lugar en la década del 2000 y si le piden que se haga cargo, lo hace. Pero, más allá de su eventual responsabilidad en este centro natural urbano, es uno de los investigadores nacionales que más sabe sobre el impacto de la naturaleza en la educación infantil y defiende que los profesores desarrollen aprendizajes en la naturaleza, que utilicen los espacios públicos como lugares de interacción pedagógica y que las autoridades piensen en colegios con patios más robustos.

Según plantea, la Educación en la Naturaleza forma personas con más sabiduría capaces de decir sé hacer una bomba atómica, pero mejor no la hago. “El mundo actual necesita más de esto último… gente sabia”, señala. Este principio es el que promueve desde el 2018 como director de la Fundación Internacional de los Niños para la Investigación, la Educación y la Paz con su sigla en inglés CIFREP, que reúne investigaciones y proyectos basados en los principios de la Convención Internacional de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.

Por qué estudiar la niñez

Matías no tiene una respuesta única cuando se le pregunta por qué se interesó en la infancia. Para él su vocación se construyó muy de a poco y por diversas vías. La primera de ellas es biográfica, en su familia son cuatro hermanos y él tiene una diferencia de edad de hasta quince años con los dos menores: “Todo lo que aprendía en liderazgo se los enseñaba a mis hermanos, recuerdo que los motivaba a ir a cursos de verano para que tuvieran experiencias científicas”.

Como sociólogo de la UAH se tituló el 2006 con una tesis sobre “La representación del vínculo social entre los Pehuenches y la sociedad chilena en cuatro documentales chilenos producidos entre los años 1987 y 1999”. En uno de ellos, los niños contaban lo que querían ser cuando grandes y escucharlos fue muy inspirador: “Muchos querían ser médicos o profesores y me preguntaban cuáles eran las reales posibilidades de estudiar esas carreras y a la vez qué alternativas tenían de mantener su cultura”.

La tercera vía fue su amigo sociólogo de la UAH, Tomás Cabrera, que lo invitó a hacer clases de sociología de la educación en la PUC cuando se encontró con el pensamiento del economista Premio Nobel año 2000, James Heckman que sostenía que los retornos de las inversiones en infancia eran enormes: “Ese hito fue clave”.

La cuarta vía fue todo lo que aprendió en sus primeras rutinas laborales. Fue consultor en liderazgo educativo en el programa de Aprendizaje Inicial de la Lectura, Escritura y Matemática (AILEM-UC) en escuelas vulnerables y al mismo tiempo trabajó en una consultora desarrollando talleres de LEGO© Serious Play: “Dos días a la semana me reunía con directores de colegios vulnerables y los otros dos con gerentes de empresas como ENAP donde analizábamos los problemas con el gas en Bolivia y participábamos en la fusión del Banco Chile-Edwards con el City y todo lo hacíamos jugando con legos”.

– ¿Jugando con legos? –
– Los juegos de legos son utilizados en las empresas para resolver problemas y visualizar escenarios. Es una metodología desarrollada por el MIT que activa ciertas áreas no conscientes del cerebro de hecho, en la entrevista me pidieron armar figuras y creo que lo hice bien porque cuando chico jugué mucho con legos – dice muerto de la risa.

Más tarde participó en dinámicas de coach ontológico justamente para potenciar ambientes laborales con actividades al aire libre, y desde esas prácticas dijo: “¿Y si esto se hiciera en los colegios?” En el 2008, impactado por la Revolución Pingüina y como una forma de ampliar la mirada sobre el fenómeno decidió profundizar sus estudios en los diversos ámbitos que afectaban a la infancia.

“Hasta ese momento Chile no visualizaba un cambio de política pública en la calidad de la educación, y supe que tenía que formarme para contribuir al cambio. Me puse a buscar becas y universidades que tuvieran un magíster o un doctorado y en muchas no me aceptaron”.
Su búsqueda lo llevó a postular a la beca Erasmus Mundus de la Unión Europea y se la ganó. Se fue a estudiar un Magíster en Filosofía de Estudios de la Infancia en el Centro Noruego de Estudios de la Infancia (NOSEB) alojado en la Universidad de Ciencias y Tecnología de Noruega (NTNU). Si bien reconoce que su prioridad era hacer un postgrado en Alemania, porque nació en Bonn y fue aceptado en la Universidad de Edimburgo, aterrizar en la nación nórdica lo marcó profundamente y hoy agradece no haber ido a Alemania y ser rechazado por otras instituciones incluso en el programa de becas Chile que no lo apoyó sin nunca haber recibido ninguna explicación.

Cuando llegó a la ciudad de Trondheim en Noruega no sabía nada del país, sin embargo, rápidamente se dio cuenta que estaba en la cuna donde estudiaban la niñez desde la diversidad de las Ciencias Sociales con académicos que eran referentes mundiales en investigación infantil donde la naturaleza jugaba un rol fundamental.

“Hacíamos picnic en la nieve”

En la NTNU una de sus profesoras fue la experta en guarderías infantiles, Randi Dyblie Nilsen, ella le enseñó por qué se dice que los noruegos nacen con los esquíes puestos: “No hay mal tiempo, sólo ropa inadecuada”, recuerda que le decía. “Los noruegos tienen una cultura muy fuerte de la vida al aire libre o friluftsliv y cuando trabajé en jardines infantiles hacíamos picnic en la nieve, otro día visitábamos una estación de policía, íbamos al fiordo y visitábamos la biblioteca municipal y los museos. Claramente estar en contacto con el medio trae beneficios cognitivos, físicos y emocionales”.

Formando niños sustentables

De regreso a nuestro país todo ese aprendizaje le sirvió para crear la Fundación CIFREP donde difunde cómo formar niños que hablen más, que interactúen, que se apoyen, que trabajen en equipo, que saquen proyectos adelante en un mundo que cambia vertiginosamente y que enfrenta una emergencia climática. “Sabemos que en Chile existen realidades muy diferentes, pero tenemos que lograr que los profesores enseñen en espacios más libres (ríos, playas, cerros) porque eso va a generar niños con visión sustentable y más empáticos, pero para lograrlo necesitamos más libertad”.

Según cuenta, poco a poco su organización está influyendo en espacios bien determinantes. A la inauguración del año académico de la Facultad de Educación de la UAH trajo a la Dra. Tanja Sobko de la Universidad de Hong Kong que dictó la charla “Aprendizaje experiencial a través del contacto con la naturaleza: herramientas para mejorar los hábitos de vida saludable y la calidad de la educación”. Este encuentro contó con más de 180 asistentes y se hizo en conjunto con la Agencia de Calidad de la Educación, también organizó para Latinoamérica el curso Introducción a la Educación en la Naturaleza con más de 600 inscritos y acaba de crear la Asociación Chilena de Educación en la Naturaleza (ACHIENA) con Paula Araneda de Kawansh Bosque Escuela, Valentina Alliende de Fundación de Educación Holística en la Naturaleza, Antonieta González del Jardín de la Naturaleza Waiwen en Matanzas, Katherine Olivares de Escuela Bosque Laguna Verde y Daniela Ivars de Fundación CIFREP.

En el 2019 lo nombraron embajador de los niños de la naturaleza en Suiza donde dio una charla sobre los beneficios de las escuelas bosques, y ese mismo año compartió su mirada en la Comisión de Educación de la Cámara de Diputadas y Diputados en el ex Congreso Nacional, lugar donde hoy funciona la Convención Constitucional.

Este 2021 es el embajador para Chile del Summerhill Festival of Childhood de Inglaterra, cumbre que celebra los cien años del modelo educativo promovido por el escocés Alexander Sutherland Neil, y lentamente en nuestro país está generando convenios y proyectos con organizaciones estatales: “Si logramos que los niños de Punta Arenas salgan a jugar al frío, el modelo se puede desarrollar en todo Chile”, sentencia.

-Si tuvieras que explicarle a una mamá por qué la educación en la naturaleza forma niños más seguros: ¿Qué le dirías? –
– Le daría un ejemplo muy concreto que escuché en un congreso en Adelaide, Australia: una niña pequeña estuvo intentando subir un árbol y no tenía la fuerza. Durante varias semanas se acercaba e intentaba treparlo avanzaba unos pocos centímetros, pero no podía, hasta que un día, y luego de meses intentándolo logró subir sin ayuda. Su alegría era inmensa, después de muchos intentos lo hizo sola con sus propios medios gracias a su perseverancia. Esa sensación de logro que sabemos que en educación es un factor esencial, se transfiere a la confianza en uno mismo. En ese sentido, a esa niña esa experiencia le permitirá conquistar en el futuro nuevos desafíos.

– ¿Crees que este modelo educativo se puede instalar no como un programa experimental, sino como un principio que regule los playgroup y los niveles medio menor? –
-Claro que sí, debemos instalarlo como un principio orientador de la política educativa. Es un modelo totalmente validado y existe hace 70 años en Dinamarca, tiempo similar en Noruega y más de 25 años en Alemania y en Suiza. Lo importante es que por lo menos esté la opción de aprender en la naturaleza y al aire libre en forma cotidiana, quizás no podamos tener en todos lados una Escuela Bosque o una Escuela Playa, pero es fundamental que niños y niñas tengan experiencias en patios, plazas y parques, que puedan jugar libremente, correr, saltar y conectarse con el mundo natural. Según la ciencia los ambientes naturales son los mejores lugares para crecer porque regulan el estrés, la ansiedad, aumentan la sensación de bienestar y esto es determinante para aprender.

-En la Convención Constitucional se va a definir el derecho a la educación. Si te pidieran escribirlo: ¿Qué debería decir? –
– Uff, este es un tema que da para varias reflexiones, pero ciertamente debería incluir el derecho a aprender en la naturaleza en forma cotidiana y periódica, respetar el ritmo de aprendizaje diferente de cada niño y niña y su derecho al descanso y al ocio, eso para partir. Pero el derecho a la educación incluye la inclusión, la diversidad, las lenguas y la(s) historia(s), niños y niñas tienen derecho a una educación que promueva acciones e indagaciones que mejoren su realidad siendo protagonistas de los aprendizajes y tienen derecho a opinar sobre todos aquellos temas que los afectan y el derecho a ser escuchados.

-Y, por último, si un profesor o una profesora o una familia quiere saber más de la educación en la naturaleza: ¿Dónde puede consultar? –
– Yo le diría que revise la página web de la Fundación CIFREP www.cifrep.org y vea el documental Crecer en la Naturaleza, un precioso material realizado por la televisión alemana que tradujimos, vale la pena verlo para ampliar la mirada sobre las posibilidades maravillosas que tenemos en Chile. En la misma página pueden encontrar un conversatorio donde participan académicos de la UAH, PUC, UDP y la UNESCO y una guía que se llama Niño y Naturaleza hasta los 6, que está pensada como una herramienta concisa con lineamientos para comenzar a salir a la naturaleza. Esta guía la están estudiando en la Junji, la PUC y en la Universidad de Magallanes.

Links UAH:
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Facultad de Educación
Postgrado UAH
Ediciones UAH

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