¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

Cuando los derechos de los niños sobran y falta cariño

Diciembre, 2014 | Calidad de vida, Entrevista, Sociedad

Javiera Navarro

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A 25 años desde que el mundo prometiera a la niñez que haríamos todo lo posible para proteger y promover sus derechos se nos presenta un nuevo reto: enfrentar que hay padres que no se vinculan con su recién nacido. Los rechazan porque su propia experiencia como infantes fue muy dolorosa.

En un escenario mundial donde la maternidad está concebida como un patrón de máxima realización femenina se juzga duramente a mujeres que rechazan a sus hijos. Pero lo cierto es que si una mujer sufre por no poder mirar a su hijo, lo que necesita es contención, más que una condena. Pedir ayuda a tiempo es clave para reparar.

Javiera Navarro, Jefa del área Clínica y Directora del Programa de Vínculos Tempranos de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado explica que, cuando hablamos de “vínculos tempranos”, justamente se trata de cómo los progenitores se relacionan con su hijo ya desde el momento en que apenas han empezado a pensar en concebirlo. Ante esta expectativa, el cómo estos padres fueron tratados por los suyos resulta fundamental. Esto se conoce como “prehistoria del vínculo”.

Navarro cuenta que al programa llegan mamás a quienes les cuesta mucho el acople con su pequeño y su trabajo consiste en acompañarlas, profundizar en su biografía y despertar lo que garantiza un apego seguro, que es la sensibilidad materna, es decir, poder entender la necesidad de un bebé y responder atingentemente a ella. “Mi rol ahí no es decirle así se toma o así se muda. Lo que hago es tratar de sostener a esa mamá que lo está pasando pésimo y entender por qué le está costando tanto. Hay mujeres que ven en sus guaguas a sus propias madres, mujeres que han tenido vínculos muy traumáticos y les da terror. Es muy injusto para esos bebés quedar atrapados en ese lugar, pero cuando las madres comprenden sus historias, pueden liberar de esa mochila a esas guagüitas y eso ayuda mucho a que se establezca una relación sana”.

En estos tratamientos, el rol del padre es central y consiste en contener a la mujer, para que ésta pueda sostener a su bebé; la imagen más concreta es la de las muñecas rusas. Pero hay veces en que él tampoco puede desempeñar ese rol, porque también se siente muy sobrepasado. Entonces, el rol de la comunidad que sostiene a este nuevo ser y a esta familia es central.

Dado que el ser humano nace muy vulnerable y para sobrevivir necesita que exista un otro disponible para cuidarlo, cuando los bebés se encuentran con una mamá a la que le cuesta mucho conectarse, tempranamente generan mecanismos de defensa: aprenden a molestar poco, sonreír poco, se repliegan y compensan la ausencia de conexión con estrategias de autorregulación como movimientos de cabeza o chuparse partes del cuerpo de manera permanente. Intervenir tempranamente es vital y es comprender que lo que está en juego es la sobrevivencia emocional de ese bebé, por eso la terapia es con los bebés presentes. En la experiencia de Navarro, todos los padres quieren hacer bien su tarea de criar y tienen ganas de salir adelante.

La psicóloga cuenta que un momento reparador en las terapias es cuando se puede conversar con el bebé y explicarle lo que ha ocurrido. Esto es muy aliviador para las madres porque escuchan en otro que no son unos monstruos por lo que han sentido. Otro momento significativo es cuando la mujer comienza a tener sentimientos de amor y cercanía hacia su hijo. “Estos encuentros son potentes, porque esas mamás conocieron la angustia de la desconexión y, cuando logran conectarse, saben que no es algo que pasa de manera automática y, por lo tanto, es especialmente valioso para ellas y para sus bebés”, comenta Navarro.

La ayuda a una mujer que no se siente capaz de enfrentar su maternidad es necesaria a nivel privado y público, pero en Chile no hay dispositivos a nivel del Estado que traten en conjunto a la madre con su hijo. Esto se suma a que es una experiencia que vive bien sola, cuando lo que necesita es mucha gente alrededor: desde su pareja hasta una mamá y otras mamás que apoyen en la crianza.

Javiera Navarro 

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