El discurso dice que si la mujer tiene a sus hijos en salas cunas puede salir a trabajar, pero qué pasa si sus niños son grandes. ¿Quién se los cuida? ¿O los deja en la calle? Aquí una mirada de qué se habla cuando se habla de una madre que quiere trabajar.
Muchas mamás no ocupan las salas cunas públicas porque no solucionan totalmente que pueda buscar trabajo o trabaje tranquila. Siendo una política que suena eficiente Marcela Perticará, docente de la Facultad de Economía y Negocios de la UAH junto al Depto. de Sociología de la misma facultad, observó que efectivamente no lo son y buscó el por qué.
Lo primero que hizo fue mirar estudios para comprender el disparo de la tasa de empleabilidad femenina de los ’90, en relación al boom de las salas cunas. Y no encontró nada. Ni un paper. Los sociólogos le dieron más respuestas: la mujer trabajó más porque se separó, se hizo jefa de hogar y, guste o no, la oferta de universidades privadas le permitió educarse más.
Perticará en un programa del Ministerio de Educación que luego pasó al Sernam, participó en un plan donde la pregunta era cómo se comportaban las madres si se les ofrecía tener a sus hijos de 6 a 13 años en los colegios después de la jornada escolar. El estudio se hizo en 20 escuelas, los niños recibían una colación y se inscribían libremente en talleres artísticos y deportivos.
Luego de un año los resultados indicaron que muchas de ellas empezaron a mandar a sus hijos pequeños a sala cuna porque solucionaron el tema de los niños mayores.
Considerando que el grupo analizado es lo que llaman “núcleo duro”, con una alta participación laboral (de un 85%), la pregunta es qué tan fácil era incidir en el 15 por ciento de mujeres que no trabajaba. Según la académica que las madres buscaran trabajo incidió en un porcentaje de cuatro puntos, los comportamientos de ellas y los niños fueron diversos, pero lejos lo más importante es señalar que quienes piensan las políticas públicas deben evaluar programas anteriores semejantes, ver si se conectan o no, definir las debilidades y afinar y afinar hasta el cansancio la pluma hasta lograr el equilibrio par que realmente funcione. Porque la mujer es compleja; más cuando es madre. El empleo femenino también lo es, pero la realidad se torna aún más complicada cuando una política pública le saca la foto sin matices.
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