¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

Cómo enseñar a reflexionar en tiempos del tablet

Diciembre, 2014 | Calidad de vida, Educación

Antonia Larraín

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En un mundo de seres pensantes: ¿Necesitaríamos que los supermercados estuvieran abiertos las 24 horas, que la TV tuviera tantos comerciales o insistir para que un niño apague las luces de su pieza cada vez que no la ocupe? El planeta está lleno de crisis domésticas y globales. ¿Estamos en condiciones de seguir formando ciudadanos incapaces de comprender el mundo en que viven y tomando decisiones poco razonadas y razonables.

Un equipo de investigadores está convencido que es en el aula donde se construyen seres humanos críticos y opinantes, capaces de resistir la tendencia a asumir que las cosas son porque sí. Para transformar el aula en un lugar de debate y reflexión,  la propuesta es sumar un software que ayude a los docentes a hacer reflexionar y debatir a los estudiantes acerca de diversos problemas que los rodean.  

La psicóloga educacional Antonia Larraín, académica de la Facultad de Psicología de la U. Alberto Hurtado, sabe que en las escuelas chilenas se discute y debate muy poco. La mayor parte del tiempo se habla acerca de hechos, pero pocas veces los estudiantes tienen oportunidades de dar sus opiniones y fundamentarlas. La evidencia apunta a que cuando los estudiantes debaten ideas contrarias aprenden más, probablemente porque cuando se discute se fuerza a razonar, tomar conciencia acerca del fundamento de las propias ideas y se concluye a partir de evidencias.

Junto a un equipo de investigadores Larraín se adjudicó el Concurso FONDEF IDeA en Dos Etapas del CONICYT donde apuesta a evaluar el uso de un software  en la promoción del debate y argumentación en la enseñanza de ciencias.

“No es que la tecnología transforma el aula sino que el discurso es el que transforma, la apuesta es que cambie la forma de hablar del aula para hacer del pensamiento de los niños un objeto reflexivo”, explica Larraín. 

Dentro de una búsqueda de modelos de aprendizaje la psicóloga eligió transformar el contexto del aula con distintos aparatos tecnológicos: una pizarra interactiva, un tablet del profesor y un tablet que va a tener el alumno y en conjunto generar una dinámica que apoye la posibilidad de tener juicios.

“No se trata de nada mágico ni oculto sino que el profesor tendrá un guión que podrá ir siguiendo paso a paso de manera de plantear las preguntas y debates claves en los momentos apropiados. Además, podrá acceder a las respuestas de los estudiantes y con un clic hacer de esas respuestas objetos para la reflexión de toda la clase”, cuenta.

El proyecto durará dos años, pero eventualmente puede durar cuatro. Se compararán tres grupos de diez clases cada uno con estudiantes de cuarto básico, usando y no usando el software. Se verá si hay diferencias de cuánto se argumenta y luego de cuánto aprenden. “Queremos probar si es una herramienta que sirve y si sirve hay que usarla”, concluye.

El estudio está dirigido a lograr un fin último que es formar futuras generaciones respetuosas de las ideas del otro, así como también capaces de defender planteamientos propios. Que los niños rompan la lógica de entender que “las cosas se hacen porque yo digo” o “esto es así porque sí”. Buscar la trascendencia en los argumentos y aportar en el debate debería ser el verbo para aprender y también para enseñar. Este proyecto va encaminado a esa forma de comprender la realidad donde la tecnología no queda fuera.

Antonia Larraín.

 

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