“Irse a otro país es por causa forzada y consecuencia de un capitalismo a ultranza que nos hace correr a todos”, explica María Margarita Echeverri, psicóloga social invitada a la XII Cátedra Internacional Ignacio Martín-Baró de la Facultad de psicología de la Universidad Alberto Hurtado.
Para el gran cineasta chileno Raúl Ruiz, existen tres etapas del exilio: la primera tiene que ver con llegar a un país absolutamente ajeno, raro y distante donde nadie te mira. Luego la del forastero que se siente un poquito cómodo, porque reconoce calles y lugares para abastecerse. Y luego la tercera etapa que es igual de incómoda porque es neutral, ni buena ni mala, donde no pasa nada. ¿Cuál es la mejor? Quizás ninguna de las tres.
Este pensamiento de uno de los personajes de la intelectualidad chilena que se fue a Francia tras el golpe militar, es una de las miles de radiografías de cómo un chileno se siente al llegar a un país en una condición obligada, buscando refugio, pidiendo por favor que te acojan.
En un Chile como el actual, donde se está viviendo el proceso de migración totalmente al revés, llegan miles de inmigrantes latinoamericanos como haitianos, colombianos y venezolanos y el tema de la migración incomoda y es parte de la conversación diaria.
Para los investigadores, hablar de migración en el mundo es un proceso complejo, que genera problemas y ajustes de políticas públicas. Un inmigrante, tal como fue lo fue Ruiz en París, es más allá de un color de piel, de una forma de caminar, de vestirse, o de conversar de una persona que viene de otro país. El problema es que no nos damos cuenta hasta que se vive, hasta que escuchamos las historias de los otros y nos enteramos la causa real de por qué las poblaciones migran hacia nuevas tierras.
La XII Cátedra Internacional Ignacio Martín-Baró 2017 está dedicada a reflexionar de los procesos de movilidad humana que generan tensiones, desafíos y debates sobre la llegada de latinoamericanos a tierra nacional. Porque es una preocupación para la academia, para el ciudadano de a pie y los países.
Este año la invitada internacional es la destacada académica colombiana María Margarita Echeverri, psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad complutense de Madrid, con la conferencia: “Trayectorias, dinámicas y procesos de las migraciones en América Latina. Desafíos y retos para la Psicología Social Latinoamericana”.
Conversamos con ella para entender por qué existe esta desconfianza con los migrantes, por qué se les mira con recelo y se montan prejuicios tan terribles como que son flojos, delincuentes, o que quitan trabajo a los hombres y, en el caso de las mujeres, “roban” maridos.
María Margarita Echeverri, ha estudiado la migración latina hacia España y la migración colombiana en Antofagasta, y reconoce un lugar de los estereotipos imaginarios que hay empezar a romper desde todas las personas que trabajan en el mundo de la inmigración. Muchas veces lo que se comprende de la vida de los migrantes es única y exclusivamente desde el destino, en este caso desde Chile y ahí hay un vacío: “Chile recibió personas europeas y estadounidenses por muchos años y eso no causó ningún problema, pero en el momento que se exacerba la migración de venezolanos, colombianos y haitianos se vuelve un problema social.
-¿Por qué? ¿Es racismo, es ignorancia, es falta de empatía?
– Los chilenos desconocen la historia de los inmigrantes que llegan, los leen sólo desde el día que pisan tierra chilena, no se interesan por la hitoria política que tiene detrás. Desconocen el contexto de origen como es en el caso de Colombia. Me llama profundamente que en Chile se ignore que en Colombia tenemos casi 7 millones y medio de población en situación de desplazamiento obligado interno y que según Acnur al año 2015 casi 400 mil refugiados o personas en situación de protección internacional. El conflicto armado de las guerrillas es el que genera migración en los colombianos.
– ¿Huyen porque quieren proteger a sus familias?-
– Gran parte es una situación de huida para salvar a sus hijos. En la investigación que realicé en Antofagasta parte del registro de campo son mujeres que escapan de estos lugares de guerra.
-¿Por qué es tan distinto el trato que se les da a los migrante latinoamericanos en relación a los refugiados sirios?
-Esta pelea la tengo en Colombia porque cuando hablamos de latinoamericanos se hablan de migrantes y se ponen todas las barreras existentes. Y cuando hablamos de sirios hablamos de refugiados y de ayudarlos por un tema humanitario.
– ¿Es muy difícil la llegada de la población colombiana a un país como Chile?
– Sí. Porque se nos olvida que los colombianos vienen del pacífico colombiano con un mar profundo, selva y llegan a un desierto que es un peladero donde no hay una planta. Y no es que estemos insultando la geografía de los antofagastinos, sino que el contraste es muy fuerte, nosotros somos sujetos de relación con el territorio muy particular. Las mujeres curan sus enfermedades ancestralmente con yerbas. Estos saberes nos ponen en discordancia con los servicios de salud de Chile, porque las colombianas tradicionalmente tienen a sus hijos con parteras en sus casas, a la selva no llegan los hospitales, y sólo echan manos a sus propios recursos. Ahí hay un salto cultural importante.
– ¿El idioma para los colombianos no es un problema?
– En la migración de latinos a España que estudié hay que decirlo, no hablamos el mismo español, tenemos en España profesoras que decían por qué el niño lartino no entiende. Los colombianos utilizamos términos distintos: las guaguas o la guata nosotros no sabemos lo que significa.
– ¿Desde su investigación qué propone para hacer más llevadera la convivencia?-
– La única manera que tenemos para romper los estigmas y comprender a los otros es tener contacto con el otro, escuchar las historias, y desde la academia lo mismo, porque estudiamos a los migrantes en forma dividida, por nacionalidad. En España se montaron estos programas de interculturalidad que se reducían que las diferentes nacionalidades traían sus comidas típicas, produciendo lo que digo “la intoxicación de la interculturalidad”. Tenemos que superar el nacionalismo metodológico y entender las crisis que viven los países.
-¿Estos conflictos con los migrantes pasan sólo en Chile?-
– No, es en el Continente entero, en Bogotá hay peleas muy fuertes en el Transmilenio entre los vendedores informales, porque les dicen: “venezolanos váyanse a su país”.
– ¿Qué es la metodología del contacto?-
-Comprender que la migración implica la política, la posición de un país en términos de imaginarios y saber que está pasando realmente en sus países de origen. A Chile se le olvida la cantidad de exiliados que fueron recibidos en México, Suecia, en Venezuela o en Italia durante la feroz dictadura que tuvieron. Los colombianos se iban a Venezuela cuando éste era un país rico. Actuamos como si no tuviésemos memoria y tenemos una deuda política, decir las causas de la migración que se está configurando en América Latina por migraciones forzadas y por un capitalismo a ultranza que nos hace correr a todos.
– ¿Y ese mensaje debe venir sólo del Estado?-
-Necesitamos repensar el respeto por las convenciones internacionales. Y la tarea no es sólo del Estado, necesitamos llegar con este mensaje a todos los lugares recónditos, a las escuelas, a las organizaciones sociales y a la gente de a pie. Para lograr no mirar raro porque se es negro, y evitar los procesos de sexualización que se están construyendo alrededor de las migraciones. En Antofagasta me decían que los colombianos eran los pellizquitos de la buena suerte, y yo decía de qué trata. Y me explicaron que hace una década, los chilenos los pellizcaban porque eran tan exóticos que daban buena suerte. Ahora pasamos de pellizquitos de buena suerte, a colombianos culiados. Eso es preocupante y lo estamos viviendo a diario.
La cátedra Internacional Ignacio Martín-Baró de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado surge el año 2006 en la Universidad Javeriana de Bogotá y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en San Salvador.
Inspirada en la persona de Ignacio Martín Baró (1942- 1989): jesuita y psicólogo social, quién destinó su vida a hacer de la Psicología Social una herramienta para enfrentar los problemas de desigualdad y violencia que atravesaba los pueblos que le tocó vivir y trabajar, hasta que en 1989 fue asesinado junto a otros sacerdotes y miembros de su comunidad, por un comando de fuerzas militares.
Desde el año 2010, se realiza en sus versiones locales de Cali, Bogotá y Santiago de Chile. En cada una se busca generar un escenario de encuentro donde convergen en el debate el saber académico con el saber experiencial, nutriendo así la comprensión de nuestra realidad social y posibilitando la construcción colectiva de alternativas que aporten a la transformación de las condiciones de malestar y vulneración de derechos que afectan a las naciones latinoamericanas. En la Universidad Alberto Hurtado la cátedra es organizada por la Facultad de Psicología.
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