Juan Pablo González, musicólogo UAH: “Mi vida es como una tesis y siento que estoy en las conclusiones”
por Carmen Sepúlveda
La última vez que conversamos de musicología con el destacado profesor del Instituto de Música de la UAH Juan Pablo González mencionó que su disciplina se vinculaba con las humanidades, las ciencias sociales, la historia, la estética, los estudios literarios y el arte en su máxima expresión y con esa mirada global sentía que estaba en deuda. Quería seguir investigando, cruzar la frontera del conocimiento, y poner la lupa en fenómenos musicales que entregaran una mirada teórica, multifocal, lo que hoy podría definirse como un análisis multimedial.
De esa búsqueda surgió su último libro “Música popular autoral de fines del siglo XX. Estudios intermediales”, una tremenda investigación que revisa más de 90 bandas en un momento histórico que identifica como la época de producción musical más rica en Chile y en América Latina: los años 90.
Su interés responde a explorar cómo se abordó la canción de esa época, qué decían las letras de las canciones, cómo eran las diversas maneras de producir y distribuir, qué significado tenía hacer música popular a través del disco y si desde Chile se puede llegar a concluir que surgen parámetros coincidentes con la industria del resto del continente.
Este trabajo le tomó años y en su culmen lo acaba de presentar en el Campus B de la Universidad Alberto Hurtado: “Mi vida es como una tesis y siento que estoy en las conclusiones; después llegará la bibliografía, que será como pasar a mejor vida”, señala.
—¿Qué significa estar en el periodo de las conclusiones y cómo se expresa en esta publicación?
—Estoy en las conclusiones de una vida de musicólogo; llevo 40 años en esto y por lo tanto me interesa generar teoría, metodología, enfoques de estudio, más que relevar material desconocido o alumbrar aspectos de la historia que todavía no han sido alumbrados. Me interesan los procedimientos: cómo hacerlo, con qué linterna alumbrar. Este libro tiene que ver con eso, que es producto de uno anterior que edité con la Universidad Católica en septiembre del año pasado y que abarca una larga historia de la música popular en Chile, que me tuvo 20 años ocupado. Como terminé de estudiar el siglo XX, llegué hasta el año 2000 y hoy planteo una propuesta teórica y metodológica para abordar una canción: qué hacer con una canción y cómo trabajar con ella.
—¿De qué hablamos cuando hablamos de la canción popular de fines del siglo XX?
—La música popular está íntimamente ligada a la idea de la grabación del disco. Nosotros la conocemos a través del disco, la bailamos con el disco, la radio la toca desde los discos. La década del 90, el fin del siglo XX, es la década de oro de la industria discográfica en el mundo con los cinco grandes sellos operando en Chile; con sellos independientes y sellos locales que producían las giras de las grandes bandas de todo el mundo y que pasaban por Santiago de Chile. Todo giraba en torno a la industria discográfica: la música en vivo, los videoclips de promoción, y se logró una autonomía en el proceso completo que supone grabar un disco y entrar a las ligas mayores con la música popular.
—Este es un trabajo de análisis no solo de los discos, sino que de las carátulas y la conexión popular que retrata la música del fin del milenio. ¿Cómo mira esos años de retorno a la democracia y cómo se expresan en los grupos elegidos para analizarla?
—En este libro no me dedico tanto a estudiar el fenómeno cultural y político de los años 90 en Chile. Más bien intento universalizar una propuesta surgida desde acá. Es decir, en Chile tenemos en los 90 una nueva canción; tenemos fusión, fusión latina, tendencias de vanguardia, lo que llamo “contracorriente”; tenemos pop rock, punk, funk, hip hop, géneros que están funcionando en toda América Latina, aparte del mundo anglo y por supuesto en Europa. Entonces, la propuesta mía es, no sé si decir ambiciosa, pero tiene mucho carácter. Al plantear que estudiando bandas chilenas que son partícipes de esos géneros puedo construir un modelo de estudio aplicable a bandas argentinas, mexicanas, españolas, brasileras, porque cultivan los mismos géneros, porque participan de la misma intermedialidad y porque tienen la misma industria funcionando atrás. Además hay conexiones entre los ingenieros, entre la producción de Argentina con Chile, de Colombia con México, de Argentina con México, en fin. También tenemos músicos que vuelven del exilio y tenemos hijos del exilio que regresan.
—¿Quiénes serían esos hijos?
—Pensemos en Anita Tijoux de Makiza; en Andrés Bobe de La Ley; el hip hop de Kiruza; Joe Vasconcellos, que es un músico bastante internacional, en fin. Trato que desde Chile podamos hablarle al mundo desde el ámbito teórico, no solamente, desde el práctico, por así decirlo. Junto con eso, la canción chilena está sometida a las mismas influencias de Argentina, Ecuador y México, como la retromanía, la pasión por lo antiguo, algo muy de la posmodernidad. El concepto de “world music” también nos influye y hay una mezcla entre world music y retro, con Buena Vista Social Club, por ejemplo, que es del año 96, mismo año del proyecto de la Yein Fonda de Álvaro Henríquez y Los Tres, que es un rescate de músicos de los años 50. También en Argentina y Uruguay hay un rescate de viejos músicos de tango, y además está el pleno reinado del pop rock, el pop como Javiera Parra o La Ley, y otros que son más pop rock como Los Tres o Los Prisioneros. Hay un sonido construido en un estudio de grabación que tiene que ver con un nuevo lenguaje universal que va a ser el pop.
—Es el tiempo de los primeros grandes conciertos en nuestro país…
—Chile entra al circuito sudamericano de los grandes conciertos de rock, por decirlo en términos generales: Ramones, Bob Dylan, Elton John, Michael Jackson, Alanis Morissette, Metallica, Iron Maiden. Son grandes conciertos que tienen que ver con la década de oro de la industria discográfica. Son bandas y solistas que están lanzando un nuevo disco y que tienen que promoverlo. Hasta ese minuto el circuito sudamericano era São Paulo, Río de Janeiro, Buenos Aires. En un momento, una productora argentina consideró que se podría aprovechar que, estando en Buenos Aires, se podría hacer otro concierto en Santiago de Chile. Lo pensó así porque el público argentino estaba acostumbrado a ir al Luna Park, al Estadio Obras, o a alguno más grande a escuchar a los Rolling Stones, entonces no tenía sentido llevarlos a ciudades como Rosario o a Córdoba, sino que traerlos a Chile era mucho mejor. DG Medios se llamaba esa productora. Yo contabilicé 90 grandes bandas más “autorales”, porque además está toda la parte más puramente comercial, que son las que actúan en los distintos escenarios en el Estadio Nacional. Pero entramos al circuito mundial y ese es el momento en que pongo el foco para estudiar la música que se está produciendo en Chile. Sobre todo para estudiar cómo hacemos el foco, dónde ponemos la lupa, el catalejo, el audífono, cómo lo construimos más allá de usar en forma mecánica herramientas que nos vienen de afuera.
El académico agradece al Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) de Madrid la evaluación externa realizada por pares de esta edición y, según su prólogo, la complejidad de analizar la música desde una capa intermedial es que además de la letra está el sonido, la grabación, la distribución y el momento histórico en que se elabora: “Una canción y un disco generan también discursos que vienen de los músicos, la crítica y los fanáticos, y son comunicados por la prensa, las redes sociales, las publicaciones y las propias carátulas”.
El libro se puede adquirir directamente >>> aquí.
Links UAH:
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