“Los Touraine Boys”: los sociólogos que marginaron a los pobladores de la transición
Desde las ciencias sociales uno de los jóvenes académicos chilenos que más ha investigado a los autores que tienen como objeto de estudio a los pobladores, es el destacado sociólogo de la Universidad Alberto Hurtado, Alexis Cortés. Y este 2022 entregó nuevas luces de lo que sucedió con los movimientos sociales en un momento clave de nuestra historia reciente cuando hubo posibilidad de que Pinochet entregara el poder. Lo hizo desde su artículo “Los Touraine Boys y el movimiento social imposible de pobladores”. ¿Qué dice este artículo?
Corría el año 1985 y 1986 cuando un grupo de sociólogos del Centro de Estudios Sociales y Educación, SUR, aterrizó en la periferia urbana buscando comprobar si la organización de poblaciones como La Victoria eran o no un movimiento social. Este trabajo liderado teóricamente por el sociólogo francés, Alain Touraine, sostenía que el fin último de esta intervención era ponderar y valorar el rol que podrían tener estos sectores en la transición democrática. Para lograrlo, tenían teoría, metodología y también financiamiento de parte del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés. El trabajo de campo de estos intelectuales y sus conclusiones presentaron una realidad impensada vista desde el presente. Concluyó “que los pobladores no correspondían a un movimiento social, sino a uno imposible y muchas de las expectativas que se centraban en ellos eran infundadas”, visión que se instaló en los líderes de la oposición que la aceptaron como una verdad funcional a su propia estrategia. Los pobladores quedaron sin voz en el proceso político democrático que vendría, ¿qué tanto contribuyeron las ciencias sociales a producir ese escenario?
Este crítico y polémico artículo ganó la versión XI del Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales que otorga la Universidad Nacional Autónoma de México a través de Instituto de Investigaciones Sociales. El jurado señaló que el análisis que propuso Cortés es innovador, creativo y fresco porque repiensa el papel de las propias ciencias sociales en el desarrollo de las sociedades y su importancia en los procesos políticos en el contexto de las dictaduras latinoamericanas de los años 70 y 80 del siglo XX y en el mundo actual.
Publicado en la prestigiosa Revista Mexicana de Sociología http://revistamexicanadesociologia.unam.mx/index.php/rms/article/view/60285/53198 la lectura de la investigación señala como un elemento clave el prestigio e influencia del gran pensador francés que estuvo a cargo. Alain Touraine tenía discípulos y era muy respetado en el ambiente académico por realizar aportes sobre la sociedad postindustrial, sobre los movimientos sociales y sobre los procesos de subjetivación que lo transformaron en uno de los teóricos contemporáneos indispensables para comprender la modernidad: “Él era una figura”, señaló uno de los consultados. Y lo que decía, en este capítulo histórico, fue tomado como ley.
“Me siento doblemente parte de la historia de los pobladores chilenos”
Cuando el próximo año se cumplen 50 años desde el golpe del estado, y el país cayó en una crisis institucional luego de los resultados de una transición pactada que marginó el rol público de los actores sociales, surgen nuevas preguntas. ¿La transición habría existido tal como la vivimos con los pobladores como un interlocutor válido? ¿La constitución habría durado tanto tiempo antes de reemplazarla?
El premio entregado a Alexis Cortés es muy relevante porque la UNAM históricamente ha sido un espacio fundamental para la génesis de la institucionalización de la Ciencias Sociales en América Latina y es un espacio que lo conforman personas insignes de la disciplina como es Pablo González Casanova que llegó a los más altos grados de responsabilidad en la misma Universidad.
Según cuenta el académico, este premio supuso una serie de filtros que habilitaban para poder postular, tenía que ser un profesor adscrito formalmente a una universidad iberoamericana, comprobar que tenía una experiencia de investigación consolidada y la postulación debía ser con un texto inédito y anonimizado para ser evaluado por un jurado compuesto por miembros del instituto y de otras universidades estatales mexicanas. Durante la ceremonia, que fue transmitida vía on line el profesor consideró relevante decir el lugar y el sentido desde dónde investiga.
Dijo venir de una familia originaria de la población La Legua y su infancia fue en la emblemática población santiaguina La Victoria que con la toma de terrenos en 1957 marcó el inicio del movimiento de pobladores en Chile. Además, sus padres fueron militantes de la Coordinadora Metropolitana de Pobladores durante los años ’80 y en términos disciplinares, es un convencido de que las ciencias sociales participan de las luchas de los pobladores cuando las describen. “Me siento doblemente parte de la historia de los pobladores chilenos, que a pesar de todo hicieron temblar a Pinochet y son los que hoy revindican el derecho a una vida buena plasmándola en la nueva constitución chilena”, concluyó.
-Se entiende que a partir de este artículo los pobladores fueron tratados como de extrema izquierda, peligrosos para el momento que venía. ¿Se podría decir que fue como una traición de quienes conformaron el régimen democrático? –
-Si bien soy crítico del relato que produjo la sociología de la transición para justificar el proceso, he tratado de evitar etiquetas como la de “traición” para comprender la articulación que se produce en este caso entre ciencias sociales, movimientos sociales y proceso político. También busqué alejarme de cualquier interpretación “conspirativa” académica para describir lo que ocurrió. De hecho, el artículo termina siendo crítico de la propia idea de “Touraine boys”, por lo desproporcionado de la comparación con los de Chicago, y porque transmite una idea de homogeneidad que este grupo no tenía. Ahora bien, es claro que la definición de los pobladores como un movimiento social imposible, permitía rápidamente tacharlos como innecesarios para una recuperación democrática que se basaría en el itinerario definido por la Dictadura y, aún más, los pobladores podrían ser “indeseables” para ese escenario, pues sus lógicas de acción colectiva disruptivas podría poner en peligro el acuerdo inter-elites que terminó por consagrar los términos en los que se produciría la transición: privilegio de la estabilidad por sobre el conflicto, mantención del modelo económico y persistencia de la institucionalidad consagrada en la Constitución del ’80.
– ¿Si Touraine era un indispensable y desde la sociología se le estudia hasta el día de hoy? ¿A través de este articulo usted mató a un padre de su disciplina? Se puede leer de esa manera.
-No me gustaría verlo así. Alain Touraine sigue siendo el más latinoamericano de los teóricos europeos y su teoría de los movimientos sociales sigue siendo útil para interpretar la realidad en la que estamos inmersos. Particularmente la idea de que son los movimientos sociales el principal factor de incremento de la historicidad, es decir, de la capacidad de una sociedad de construirse a sí misma de modo conflictivo, creo que continúa siendo reveladora. Si pensamos los recientes ciclos de movilización en Chile (2011, estallido) como intentos de recuperación de esa capacidad frente a la naturalización de determinadas lógicas económicas, por ejemplo, la noción de inevitabilidad y deseabilidad del neoliberalismo, que sustraían del ámbito deliberativo aspectos fundamentales de la vida colectiva, para dejarlos en manos de las decisiones de expertos, entonces podemos afirmar que la sociedad chilena teóricamente se ha vuelto más tourainiana que nunca.
La autocritica de Tironi
-Cuando conversó con los sociólogos que participaron, hubo una autocrítica de parte de ellos.
-Primero, me parece que uno de los aspectos positivos de este trabajo es que permitió un ejercicio de evaluación retrospectiva de la intervención sociológica. El paso del tiempo permitió a los autores observar los puntos ciegos de la investigación. Por ejemplo, Vicente Espinoza que venía de una experiencia de apoyo muy cercano a las organizaciones de pobladores buscaba explicar el fracaso del Congreso de unificación de los pobladores y contribuir al reconocimiento de esa actoría entre las fuerzas opositoras. Con esos elementos, sería de esperar una lectura crítica del propio trabajo, de hecho, para él es claro que hubo instrumentalización de los resultados de esta y otras investigaciones sobre los pobladores por parte de los sectores que protagonizaron políticamente la transición. Eduardo Valenzuela, por otro lado, lanzó críticas teóricas agudas, desde la teoría de sistemas, a la pretensión tourainiana de encontrar un sentido de totalidad en los movimientos sociales ¿en una sociedad híper-compleja como el nuestro qué actor podría tenerla? François Dubet, por su parte, remarcó las restricciones para la investigación, en un contexto altamente represivo, donde además llegar a estas conclusiones implicaba torcer algunas ideas muy asentadas en la intelectualidad de izquierda. De hecho, el propio Eugenio Tironi, quien fue el que más contribuyó a la circulación de las conclusiones, a través de la traducción de las mismas a la estrategia comunicacional del “No” en el plebiscito, reconoce que el resultado de la intervención fue devastador y doloroso en términos personales y que si hubo algo que “performó” esta investigación no fue la realidad de modo general, sino su propia manera de ver a los actores sociales y su relación con los procesos políticos, lo que fue fundamental para definir su propia trayectoria posterior.
En ese sentido, mi objetivo no era propiciar una especie de interpelación a este grupo. Si hay algo que me queda claro con sus entrevistas es que en todo momento primó la honestidad intelectual y un genuino interés por entender qué estaba pasando con los pobladores. El problema, como me decía Espinoza, es que se quedaron solo en el diagnóstico. Una de mis motivaciones era contribuir a hacer a las ciencias sociales más conscientes de los efectos que sus intervenciones pueden producir. O sea, creo que lo fundamental aquí es la auto observación disciplinaria más que la autocrítica individual que puedan realizar algunos de sus practicantes.
-Este estudio usted lo conversó con su familia que eran dirigentes: ¿Qué postura tomaron ellos? –
-Mis padres siempre han seguido con interés mi trabajo. Especialmente esta investigación, que da como resultado el artículo premiado, y la del doctorado que comparó la producción teórica sobre los pobladores de Chile y de los favelados de Brasil, son cuestiones que los convocan por sus biografías. Venimos de una familia de pobladores y ellos fueron militantes de la Metropolitana de Pobladores en Dictadura y organizaron una toma de terrenos en La Pintana, donde vivimos a principios de los ‘90. Sin duda, la visión crítica que siempre tuvieron de la transición democrática marcó mi propia manera de ver esos procesos históricos. Ellos ponen el acento en los factores políticos que configuraron estos procesos: la consolidación de una renovación socialista que adelantó lo que después se conoció como “tercera vía” y, sobre todo, los propios errores e incapacidades de la izquierda que posteriormente fue aislada y excluida en la transición, a la cual ellos pertenecían. Creo que lo que más valoran de todo esto es que en esta lucha de “interpretaciones”, estoy al lado de ellos.
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